Falsos Juegos

La vuelta al cole…

Los políticos también vuelven a sus aulas, a hacer el gamberro y perder el tiempo. Comienza septiembre, se acabaron las vacaciones y todos volverán al trabajo sabiendo, o no, que tienen muchos deberes para las próximas semanas.

Las palabras, al igual que las personas, ocultan múltiples intenciones. Vistas en un diccionario, parecen todas iguales, ninguna va más cargada que otra pero, sin embargo, bien sabemos que podemos hablar ingenuamente, pero nunca con inocencia. En la escritura somos reductores, en la práctica social y política, el discurso no es inocente, el lenguaje no es inofensivo como tampoco el saber. Una misma palabra, al margen de las naturales polisemias, encierra tensiones léxicas muy diferentes que cada persona se encarga de resaltar. Pues bien, las palabras y el lenguaje no designan más que relaciones entre las cosas y los seres humanos, expresadas metafóricamente.

El lenguaje político, especialmente en campaña electoral, es un lenguaje, de confrontación, apelativo, emotivo más que racional, cuya función es la persuasión y captación votantes para el partido al que representa el político en cuestión. Éste actúa de acuerdo y en función del electorado, se fija en sus intereses e intenta articular su discurso en consecuencia. Y esta locución, dado que tiene que ser claro e impactante, es hilado mediante estereotipos: estereotipos positivos destinados a ensalzar la postura política del orador y estereotipos negativos que tienen la función exclusiva de destruir al oponente, y que, paradójicamente, son los más habituales. El discurso no sirve para más que comunicar al electorado las ideas generales del partido mediante la repetición de frases o eslóganes accesibles, de fácil manejo. Lo más lamentable es la tendencia irreprimible entre los políticos españoles de ofenderse unos a otros.

En resumidas cuentas, un lenguaje esotérico, misterioso, farragoso, eufémico y plagado de perífrasis y tintes encubridores en los que los políticos se refugian. Es sin más una manera de complicar los términos, una jerga que al final no sirve para nada, no más que para seducir, engañar.

Teniendo en cuenta que el lugar usual de expresión del político son los medios de comunicación, mucho más que el parlamento, donde, por otra parte, el político se expresa siempre pensando en los medios. El lenguaje político se traslada con suma facilidad a la prensa, las palabras se repiten sin que nadie se pregunte de verdad sobre lo que quieren decir, siendo más factible la seducción de la muchedumbre. Es por ello, que la competencia entre las diversas opciones políticas se hace aún más acentuada desde el momento en que los medios de comunicación disponen de un espacio limitado para trasladar dichas opciones a los ciudadanos. Inevitablemente, el político buscará diversas estrategias en el uso del lenguaje, planeará la noticia atractiva, la frase llamativa o la declaración polémica para atraer la atención de los medios, trasladando el discurso político a un segundo plano.

Aunque el proceso de selección de la información es lo fundamental para justificar qué es lo que llega a los ciudadanos del discurso político, no podemos ignorar el partidismo que muestran los medios de comunicación en relación con la política, muy en particular en España.

¿Por qué los periódicos se contagian del uso lingüístico político? El periodista tiene la obligación de ser claro, sin embargo, la estructura de muchos periódicos es demasiado política y los periodistas conviven con los políticos tanto como para que el contagio resulte inevitable. Y en épocas claves, en las elecciones, por ejemplo, los efectos se hacen notar de modo muy especial.

El lenguaje debería de verse como un simple instrumento para ver la realidad tal y como es. Sin embargo, tanto en la política como en los medios, hablamos de un lenguaje siempre eufémico, bien porque la primera preocupación del político es esconder o maquillar la realidad, o bien, porque en la confrontación política no hay lugar para la verdad. Así, como sabemos, todo discurso político queda en meras y simples palabras que pierden su valor.

Asimilamos pues nuestro trabajo como una labor sobre el artificio y sobre el acuerdo de las relaciones entre las cosas y los seres humanos, que a veces formulan, lejos de la autenticidad, el simulacro. En definitiva, tanto profesionales de la información como de la política, transformamos la realidad, mediante el lenguaje, de manera tal que podamos sacar provecho de ella lo que supondrá que el conocimiento es prácticamente un asalto al poder de la realidad.

 

~ por S Lara en septiembre 9, 2008.

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